Hace exactamente seis días tuve la oportunidad, rara en nuestro país por ahora, de probar un iPhone, el nuevo y, sin embargo, ya célebre celular de Apple. Iba siendo hora, a decir verdad. Entre tanta operación de marketing, saturación noticiosa e inflación blogosférica, me tenía un poco inquieto el volver a hablar del heredero del iPod sin haberlo experimentado en persona.
La invitación provino de Agustín Bracco, director comercial de Mac Station ( www.macstation.com.ar ), que me esperaba el martes último para mi cita con uno de los objetos tecnológicos más deseados de hoy.
Agustín, un apasionado de la tecnología desde los 11 años, no intentó adornar con argumentos de venta el equipo que me entregó en su caja original. Me dejó probarlo a mi modo. Alguien que no estuviera en este negocio desde siempre habría posiblemente hablado de más.
Supongo que se habrán pasado muchas horas, allá en la sede de Apple, desarrollando no ya esa extraordinaria pantalla sensible al tacto (cuya vida útil es, sin embargo, un misterio) ni diseñando la atractiva interfaz y sus efectos visuales, sino buscando el tamaño exacto. El teléfono podría haber sido medio milímetro más grande, y entonces habría resultado excesivo; o medio milímetro demasiado pequeño. Una vez que lo tuve en mis manos me di cuenta de que el iPhone sólo podía tener ese tamaño y no otro.
Como teléfono, aquí todavía no funciona (ver recuadro) y en cuanto a lo demás, sólo el navegador se sale de lo habitual en esta clase de dispositivos. No graba videos, además, y no es la clase de móvil heavy duty que uno expondría alegremente a golpes y rayaduras.
Pero la interfaz del iPhone es obra de genios. Por lejos lo más intuitivo y placentero que he visto en computación durante los últimos 40 años. Tiene el ADN del iPod, en este sentido, pero evolucionado. No sólo hace lo que dice que hace (la cámara y el navegador Web en particular son un lujo), sino que da ganas de seguir usándolo. Todo se maneja con la punta de los dedos, dándole a uno la impresión de que está tocando todos esos objetos intangibles (fotos, páginas Web, discos en MP3) que hasta hace poco tenían como intermediario al querible pero gordinflón mouse. O algo parecido.
Temía por la velocidad de respuesta de la interfaz, pero está muy bien. Falta, y ya llegará, que la pantalla responda con algún feedback para que la sensación sea perfecta.
Descubrimos, con Agustín, que como el teléfono por ahora sólo viene en inglés, la dificultad que parecía ofrecer para escribir textos no es tal. Cuando se tipea en inglés, adivina la mayoría las palabras que ingresamos.
Sí, fue un placentero encuentro con el nuevo celular de Apple, pero también con una forma más humana de interactuar con la tecnología. En este sentido, el iPhone no está solo: el sistema Surface , de Microsoft ( www.microsoft.com/surface ), y los Escritorios cúbicos de Linux ( www.opencompositing.org ) van en la misma dirección. Nuestra propia dirección.
nota original y mas informacion aqui
lunes, 23 de julio de 2007
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