Quién le iba a decir a Alexander Graham Bell que cuando, haciendo pruebas en un aparato de su invención, allá por 1876, aquellas palabras a su ayudante de «Venga señor Watson, le necesito» iban a pasar a la historia por como la primera frase pronunciada a través del teléfono. De esto hace ya 130 años (lo patentó el 14 de febrero de 1876), y aquel artilugio se ha convertido con el tiempo en algo tan necesario como el comer. Y como muchos de los inventos, nació de casualidad y por un error, ya que aquel telégrafo experimental en el que trabajaba comenzó a funcionar erróneamente debido a que una de las piezas se soltó, lo que permitió a Bell tener una visión de cómo las voces se podrían reproducir a distancia, motivo que le llevó a construir un transmisor y un receptor que patentó horas antes de que un competidor (otro inventor americano) Elisha Gray, entregase un documento advirtiendo a la oficina de patentes de EE.UU. que él, en California, había inventado el teléfono. Pero como el que da primero da dos veces, Bell pasó a la historia como el verdadero inventor del maravilloso y útil aparatito.
Pero hasta llegar a la actual tecnología móvil, el teléfono ha recorrido un largo y curioso camino que hace las delicias de los coleccionistas, sobre todo las de Enrique Alonso, un médico que lleva 30 años comprando, restaurando,coleccionando y disfrutando de esa evolución que forma parte de la historia de nuestro tiempo y de nuestra propia historia. De esos viejos aparatos que son auténticas joyas. Y encima ha conseguido lo que ningún otro español había logrado antes: reunir más de 350 teléfonos (quizás haya aumentado la cifra porque está por Europa de vacaciones rebuscando entre los anticuarios algún nuevo modelo) entre los cuales los más antiguos se remontan a 1894, justo un año antes de que empezasen a llegar a España los primeros.
Nota original
sábado, 30 de junio de 2007
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